La
tristeza y el dolor emocional son inevitables ante una tragedia o catástrofe,
pero hay estrategias que ayudan a superar los hechos, junto con los puntos
fuertes de cada persona.
Se
dice que cuanto mayor es la actividad cognitiva e intelectual de la persona,
mayor será la capacidad neuronal y emocional de sobreponerse a situaciones
difíciles. Viendo a los nepaleses, pienso que tiene que ver más con la riqueza
interior, con la bondad hacia los demás, con la fortaleza del alma, que con la
actividad cognitiva o intelectual.
Los
terremotos de Nepal nos demuestran una vez más la fortaleza del ser humano de
perseverar y salir adelante ante cualquier adversidad. La resiliencia es clave
en situaciones de tragedia. Este término procede del griego "resiliere", que significa
“volver a atrás”, y se introdujo por primera vez en las ciencias físicas para
explicar la capacidad de algunos metales para recuperar o recomponer su
estructura después de una deformación.
Los
cambios forman parte de la vida y hay que saber adaptarse, por doloroso o
difícil que pueda parecernos. Para recuperar el bienestar emocional y superar
el dolor, una de las herramientas útiles es relacionarse con los demás y
disfrutar de las cosas buenas que da la vida.
En este
sentido, Nepal se ha volcado en los festivales de este otoño. El Dashain
Festival, el más largo y celebrado en todo Nepal, en el que se vuelan
cometas, se juega a las cartas, se disfruta de los columpios de bambú y se
reúne la familia, se celebra en septiembre-octubre. Este año ha sido del 13 al
27 de octubre. Pocos días después llegó el Festival de las luces y el color (Tihar
o Diwali, Mha Puja) para celebrar el año nuevo Newar durante una semana,
del 10 al 15 de noviembre. Los niños cantan por las calles, se les da dinero, hay
grupos de bailarinas al más puro estilo Bollywood en todas las esquinas, se
reparten guirnaldas de flores entre las personas queridas, se reúnen las
familias y los amigos, se baila en los patios, se comen rosquillas... todo en
una explosión de luces y de dibujos de colores. Vamos, tipo Feria de Abril,
pero a lo nepalés.
A
efectos prácticos, tanta fiesta nacional ha complicado las cuestiones
administrativas y logísticas del proyecto, pero ha valido la pena integrarnos
en la fiesta y alegría porque así también hemos participado en ese proceso de
contribuir al bienestar emocional y aliviar el dolor. Nos vestimos de nepaleses
para asistir a la cena de “fin de año”. Momos, daal bhat, rosquillas, vino nepalés (bastante bueno, por cierto),
macedonia de frutas, en compañía de Dawa y su familia. Mientras los niños
cantaban y tocaban el “madal“ (tambor
alargado), los mayores nos explicaban cómo vivieron el terremoto, cómo se movían las casas,
como se caía todo de los estantes, como estuvieron durmiendo en los patios
durante las réplicas. La verbalización de los miedos y exteriorizar la tristeza son fundamentales para superar los traumas ocasionados por una desgracia. Después de cenar, bailamos con todos los vecinos de la
“corrala” de Dawa hasta pasadas las diez de la noche, hora en que nos volvimos al hotel porque ya no quedaba ni el gato por las calles.
Ha
sido la forma perfecta y más entrañable de despedirnos de Nepal y de sus
gentes. Cantando y bailando con ellos, compartiendo la alegría de sus festivales,
pero también el dolor que ha supuesto el terremoto.
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