En Tatopani los pacientes llegaban en oleadas: niños –los
que más- con otitis supuradas, conjuntivitis, gastro-enteritis, infecciones de
la piel; adultos con dolores musculares, heridas, gastritis, ansiedad, eczema;
y algunos abuelos –los menos- con dificultad respiratoria, artrosis, hernias…
entre dos médicos y dos enfermeras, hemos atendido a casi cincuenta personas en
una mañana. En estos pueblos no hay médico ni enfermera, como mucho un health assistant. Los niños han
disfrutado con los globos y las pompas de jabón mientras esperaban ser
atendidos y los adultos formaban un enjambre alrededor nuestro haciendo del
“acontecimiento” uno de los más interesantes desde el terremoto; con semejante
contexto, obvia decir que carecíamos por completo de cualquier tipo de
confidencialidad médico-paciente durante las consultas, más aún porque la
traducción era a tres bandas, ya que en esta zona se habla Tamang, un dialecto
del nepalés.
Una vez terminada la consulta, hemos reanudado el camino. Hemos visto el día a día de estas gentes, que no
difiere mucho de la labor de montañeses del Pirineo de hace años: arar la tierra,
sembrar, recoger leña, cuidar los animales, moler el cereal, coser, y otras
tantas duras labores ya olvidadas en las ciudades, que ha sido como retroceder
en el tiempo.
Llegamos a Thuman después de mucho sube-baja y alguna vuelta de más entre las plantaciones de cereales. Lo primero que hicimos al llegar fue acercarnos al Health Post para conocer la situación de la población y dejar medicación. Con el health assistant estaba el profesor del colegio, con el que quedamos para pasarnos a primera hora de la mañana y así entregar a los niños el equipamiento deportivo.
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