Para ejercer la
medicina y la enfermería, profesiones humanistas, hace falta tener vocación y
saber escuchar. En el sentido de “escuchar”, recuerdo la anécdota de
Chweninger, médico, y su paciente, el Príncipe Otto von Bismark, quien no
quería responder a las preguntas de su médico por falta de tiempo y le ordenó
continuar con la exploración sin mediar más preguntas, a lo que Chweninger
respondió: Vuecencia debería consultar con un veterinario porque éste no pregunta
nada a sus enfermos. Y en lo que
respecta a la vocación, tengo que remitirme obligadamente a las palabras de Don
Gregorio Marañón. La vocación mueve la eficacia verdadera de los hombres. (…) Las
vocaciones son de dos categorías. Las vocaciones de amor, que son únicas,
intransferibles y desinteresadas. Y las vocaciones de querer, que pueden ser
múltiples, que cambian de sentido y que son, por nobles que sean, interesadas. Hablando de la vocación médica, que es
la mía, recomiendo la lectura de los “Consejos de Esculapio”, de los que
reproduzco sólo el último párrafo: Piénsalo bien mientras estás a tiempo. Pero
si, indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud; si sabiendo que
te verás sólo entre las fieras humanas, tienes un alma lo bastante estoica para
satisfacerte con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas pagado lo
bastante con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no
padece, con la faz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte: SI
ANSIAS CONOCER AL HOMBRE, penetrar todo lo trágico de su destino, entonces
HAZTE MEDICO, HIJO MIO. Lo que significa que la medicina tiene que ser
humanista.
Tuve la suerte de compartir con el Dr. Morandeira grandes experiencias en Nepal, de vida y profesión. Codo con codo atendimos a muchos pacientes durante las expediciones, principalmente nepaleses; algunos casos, complicados; pero con él nada era imposible. Era un médico y cirujano entregado a sus pacientes allí donde estuviera. Y así se le recuerda entre los sirdars y porteadores que lo conocieron. Esta vez he contado con la colaboración de una médico de familia, Marta, y de dos enfermeras, Eva y Lucía. Todas ellas con una gran vocación de amor por los demás. Cuando Pedro edite los vídeos, podrán verlas en acción, cómo han estado pendientes de todos, solucionando los problemas que se han presentado, repartiendo alegría por donde han pasado. Ni una queja, ni una mala cara, ni un requiebro ni en los momentos de mayor "presión asistencial", ni cuando sucias y cansadas de una dura jornada de ascensión, les pedían asistencia. Han tenido una sonrisa para todos.
El trabajo
desarrollado en el distrito de Rasuwa, al norte de Kathmandu, no ha sido fácil;
pero sí altamente gratificante y, por supuesto, aleccionador. Desde el punto de
vista de la “práctica médica”, es evidente lo beneficioso que llega a ser, más
que la magnitud del “acto médico” que hayamos podido realizar, la atención humana que brindamos a personas
que han sufrido un trauma del que todavía no se han recuperado. Personas que
están a varios días de camino a pie de un hospital o consultorio médico para
una asistencia que, la mayor de las veces, no pueden ni pagar; lo mucho que
tenemos en occidente y lo poco que se aprecia.
Si la Medicina es
vocacional, todavía lo es más cuando se realiza en “extrema periferia”, con
lluvia, ventisca o tormenta, para llegar allí donde no llega nadie, donde los
nepaleses de las montañas más precisan la asistencia médica, pero sin perder de
vista las palabras de Homero, en la Iliada, porque los médicos y enfermeros tenemos claro
que
Morir es el
destino,
y cuando llega la
hora del hombre,
ni aún los dioses
pueden ayudarle,
por mucho que puedan
quererlo.
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