miércoles, 23 de octubre de 2019

TODOS A UNA FRENTE A LA ADVERSIDAD


   Un solo segundo basta para ponerlo todo patas arriba. Y eso es lo que nos pasó mientras andábamos de Talkot (1.660 m) a Kuwa (2.100 m). Habíamos comido en Talkot, para hablar con el maestro de la escuela y el sanitario que se ocupa del Health Post y así recoger datos de la vida y la salud en Saipal Valley. Reanudamos el camino a eso de las tres, con bastante calor, por lo que nos mojábamos la cara, la cabeza y los brazos en los riachuelos que cruzábamos. El paisaje enamoraba, laderas verticales, arrozales ya maduros, empezaba la cosecha, una paleta sorprendente de verdes, el río Seti surcando el valle… aquello pedía a gritos unos planos de vídeo y alguna foto.  
  
   Habíamos andado algo más de hora y media. Por aquello de ser prudente y no andar haciendo fotos y vídeo con los palos en la mano que me hicieran tropezar, decidí dejarlos contra la ladera de la montaña para grabar el valle y las terrazas tapizadas de arroz. El pequeño talud que había en el ángulo que formaban camino y ladera resultó ser una superficie totalmente resbaladiza de piedras y gravas cementados por limo y arcillas húmedas que no “analicé” hasta estar tirada encima. En el mismo momento que dejaba los dos palos con la mano izquierda, apoyaba en ese talud mi pie derecho, que resbaló hacia adentro y atrás, se torció el tobillo y cayeron mis 59 kilos encima de la cara antero-lateral de la pierna derecha, que impactó con un golpe seco contra la superficie dura en la que había resbalado. La fracción de segundo que tardé en caer -porque ya no tenía los palos para sujetarme- me dieron para pensar “por Dios, ahora que me he recuperado de la osteosíntesis del fémur, que no se rompa”.  Oí y sentí el crujido seco de los huesos al quebrarse. Ya tirada en el suelo, fui consciente de un dolor intenso cuando quise moverme, pero aliviada de que sintiera el dolor en la pierna y no en el muslo o la rodilla, donde me habían operado hacía dos años y medio… siempre hay un aspecto positivo. Eran las cinco de la tarde.
     Joaquín y Jean Paul iban hablando 50 metros por detrás y las chicas 100 metros por delante, pero llegaron todos a la vez. En seguida me aislaron del suelo y me cambiaron la camiseta mojada por un forro mientras llegaba la mochila medicalizada, me cubrieron con una manta térmica y me inmovilizaron con unas férulas SAM Splint y unas vendas de crêpe. Mano de santo, sólo con estas medidas básicas me encontraba muchísimo mejor. Por cierto, ¡con el calor que tenía antes de caerme y el frío que se siente cinco minutos después de una fractura! 

Con Paracetamol orodispersable más Nolotil vía oral y Fentanilo inhalado la analgesia fue perfecta, no hacía falta una vía venosa. Mis enfermeras CUEMUM se preocuparon también del apoyo emocional desde el primer momento, porque el panorama no era para estar muy optimistas: se acercaba tormenta, estábamos lejos de cualquier sitio, quedaba una hora de luz y tenía una fractura de tibia y peroné, además de un esguince de tobillo. Carolina, después de la evaluación inicial de la lesión, se ocupó de activar la alarma con el teléfono satélite, porque los móviles de Nepal no tenían cobertura en la zona del accidente. Llamó a Clori y Edurne, Edurne habló después con Miren y organizaron que el helicóptero acudiera a la mañana siguiente.

      Shyam, nuestro guía, consiguió contactar con el Health Post de Talkot para que trajeran una camilla más rígida que la que llevábamos para una primera actuación, y llegó una de esas de la primera guerra mundial, pero con la esterilla hinchable era hasta confortable. Los porteadores me transportaron durante 40 minutos hasta una tea house donde nos ofrecieron pasar la noche en un cobertizo. El traslado no fue fácil, pero Carolina estuvo supervisando los pasos más complicados y colocando lazarillos a los porteadores para garantizar la seguridad del transporte. Media hora después de que me instalaran en el cobertizo, era ya de noche.
  
  Cuando se planifica una expedición se organiza todo en base al escenario más probable, pero hay que estar preparado también para el más peligroso y el más adverso. El haber planificado todos los detalles, tenerlo por escrito, haber repartido responsabilidades, contar con la experiencia anterior de Carolina y Jean Paul en este tipo de expediciones, sirvió para que en la reunión de esa noche sólo tuviera que delegar y repartir mis funciones, luego repasamos los objetivos y establecimos prioridades.


Miren, de Nepaldala, venía en el helicóptero desde Kathmandu para acompañarme hasta el hospital. Sólo a mi me tocaba entrar en quirófano y no hacía falta que viniera ninguno de mis compañeros. Los necesitábamos a todos en Saipal Valley. Delegué en Carolina -Lady Doctor- la responsabilidad de liderar el equipo, lo que ha hecho de forma sobresaliente. Ella se quedaba con uno de los móviles de tarjeta NTC y yo con el de tarjeta NCell (que son las dos operadoras móviles de Nepal) y así estaríamos en contacto. El resto de mis funciones quedaron repartidas entre Vicky, Alicia, Joaquín y Jean Paul. Un revés para todos, pero hay que saber gestionar la adversidad y centrarse en las soluciones para salir adelante, enrocarse en el problema o percance sólo conlleva bloqueo y emociones negativas que no ayudan nada.

  A la mañana siguiente, a las 8:30 despegaba el helicóptero de Air Dynasty del aeropuerto de Kathmandu. Carolina, Alicia y Vicky se encargaron de acondicionar una zona para que tomara el helicóptero. A las 11:30 y en medio de una expectación pública sin igual, porque estaba medio valle en la tea house, llegaba “el cuco” que me llevaría hasta Kathmandu.
  No estaba previsto en los objetivos del proyecto recabar esta información, pero así hemos comprobado que en caso de accidente tenemos una buena capacidad de respuesta y asistencia, que hace falta el teléfono satélite (para la alarma y la posición GPS), que el helicóptero tiene 3 horas de vuelo desde Kathmandu y cuesta 8.000 euros (que ha pagado el seguro de la Federación Aragonesa de Montañismo), que nos hemos coordinado bastante bien con los montañeses y que, como siempre, la hospitalidad de Nepal es estupenda, también en el Far West.
      
Toda la vida en la montaña, esquiando, escalando, subiendo y bajando monte y nunca había tenido una lesión… ¡y voy a romperme a 8.000 km de casa! Eso sí, no podía haberme pasado en mejores circunstancias, rodeada de médico y enfermeras CUEMUM (y MUMMI) que sabían cómo hacer las cosas, con una mochila medicalizada con todo lo necesario, ocho porteadores a nuestro lado, un teléfono satélite y muy buenos amigos. ¡Sois muy grandes, equipo! Gracias.


María Antonia Nerín



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